Bárbara Iglesias y Eva Fernández forman un tándem sin igual: son el único equipo español femenino de bobsleigh, que están abriéndose un hueco en el panorama internacional y están rompiendo el hielo en España, un país en el que ni siquiera existe un circuito de esta modalidad invernal.
“Somos algo exótico. Eso es lo que nos dicen y nos preguntan si de verdad en España se sabe lo que es el bobsleigh”, cuenta Bárbara Iglesias, piloto gallega del único equipo femenino español de este deporte invernal, que consiste en competir sobre un trineo articulado ocupado por dos o cuatro personas y que se desliza por un estrecho canal de hielo de 1.500 a 1.800 m de longitud y un desnivel del 8 al 15 %.
Ella y la leonesa Eva Fernández forman esta pareja única que en noviembre compitió por primera vez junta en una prueba de la Copa de Europa en Winterberg (Alemania). En la primera manga quedaron penúltimas. En la segunda, últimas. Bárbara no busca excusas, pero sí explicaciones: “En España no existe ninguna pista. La más cercana está en Francia y, después de un año sin tocarlo, solo pudimos hacer ocho mangas antes de competir. ¡Eso es lo que hacen las alemanas o austriacas cualquier día de entrenamiento en los circuitos que tienen en casa!”.
Bárbara, que hacía carrilanas (descenso en bólidos sin motor en carretera) desde los 11 años, se inició hace 3 en el bobsleigh. Ahora con 23 es la piloto y Eva, la break woman. “Es mi tercera compañera. Es monitora de crossfit en un gimnasio y, con todo el cariño, es un torete. Está muy fuerte y ha sido Campeona de España Strong Woman. Su labor es muy importante porque empuja en la salida desde atrás. Es un 60% suyo y un 40% mío porque yo tiro desde el lado. Además, tiene que frenar cuando pasamos la meta. Ella no ve nada durante la carrera porque va metida en el bobsleigh, así que la tengo que dar en el casco para avisarla y que nos detengamos. Una vez que te lanzas, en la pista nunca se frena”, puntualiza la gallega.
Iglesias sí que ve y siente la velocidad: “La primera vez que me monté no sabía ni cómo había llegado abajo. Es un deporte que va mucho por sensaciones. Tienes que sentir el trineo y la pista en las manos. Si vas rígida, no pilotas bien. Hemos llegado a los 120 km/h. Las mejores van a 140. La sensación es una pasada. Es como si tuvieras en el estómago constantemente ese gusanillo que aparece al bajar en las montañas rusas. Lo que más impresiona es estar arriba en una curva porque te das cuenta de que vas muy alta y en paralelo al suelo”.
Sobre las caídas, Bárbara comenta que “parecen más espectaculares de lo que son. Es cierto que yo soy muy blanquita y que cuando vengo de una competición llego a casa negra de moratones. El bobsleigh se mueve mucho y te vas dando pequeños golpes. Lo más peligroso son las vuelcos. Yo soy muy pequeñita, mido 1,59 m, y si volcamos me meto en el trineo y tengo menos riesgo, pero sí que me di un buen golpe en un brazo y tuve una rotura de fibras importante. Se me nota un poco, pero así lo podré contar como una batallita”.
A pesar de que el trineo -“Le llamamos Lupito”, confiesa Bárbara- se lo cede Javier Pintado, que fue deportista de bobsleigh y el primero que le propuso formar un equipo a la gallega; de que los patines los tienen que alquilar, y de que Eva y ella tuvieron que conducir hasta Alemania durante 22 horas en turnos de 5, son optimistas de cara al futuro.
“La última semana de enero es el Mundial (júnior) en Austria. Esperamos terminar y no liarla, pero va a ser difícil porque en Europa estamos compitiendo con los segundos equipos de cada país y al Mundial irán los primeros. Estamos muy agradecidas a la estación asturiana Fuentes de Invierno, que nos prestó la furgoneta, y a la Federación Española de Hielo, que nos pagó la gasolina, los peajes y la estancia. Además, mi Concello Arcade, en Soutomaior (Pontevedra), nos compró unas chaquetas de abrigo para ir iguales y parecer un equipo”, explica Bárbara Iglesias.
Por supuesto, para competir tienen que hacer cábalas con el presupuesto y el trabajo: “Este deporte es caro. Ir a Alemania 9 días a competir cuesta casi 3.000 euros y nosotras trabajamos media jornada en gimnasios y cobramos 500€. Tenemos que juntar días libres y vacaciones para poder ir y gracias a que tenemos unos jefes buenos y comprensivos. Vamos a seguir intentándolo, pero se hace duro llegar a un hotel y ver que las selecciones tienen sus fisios, sus médicos, su material preparado. Nosotras tenemos que hacerlo todo”.
“El objetivo final es estar en los Juegos Olímpicos de Invierno de 2018, pero nos tienen que seguir apoyando porque, si no, es inviable. Estamos acostumbradas a poco, pero necesitamos algo”, comenta para terminar Bárbara Iglesias. Y le vuelve a poseer el subidón de cuando habla del bobsleigh: “Estoy enganchada”